Melancolía viene del griego “melas” y “kholè” y en la Antigüedad fue considerada como uno de los cuatro elementos o “humores” de cuyo equilibrio dependía el buen estado de salud. Durante la Edad Media fue atacada por su tendencia a la vagancia… El temperamento melancólico era el temperamento de los locos algo que había que condenar y perseguir… y que fue perseguido y condenado. Pero con el tiempo, se dieron cuenta de que el temperamento melancólico es también el estado de ánimo de los enamorados… Así, en el Renacimiento se le asoció al amor, aunque seguía siendo igualmente condenable, hasta que llegaron los románticos…
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El Romanticismo exaltó la melancolía como el estado de inspiración del genio, del artista en soledad ante la apabullante inmensidad y la infinitud de un universo inescrutable…
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¿Y en la actualidad? La melancolía es hoy un sentimiento que afortunadamente se le reconoce a todo el mundo, sin necesidad de genios o los antiguos privilegios de un alma superior… Todos hemos vivido algún momento de dulce melancolía, de triste regocijo ante nuestras penas magnificadas y que luego se nos descubren como una anécdota más del inútil sufrimiento humano… Y sin embargo… todos tenemos derecho a estar tristes y, al mismo tiempo, la opción de elegir la felicidad. Porque, en el fondo, siempre tendremos más motivos para ser felices, sonreír a pesar de la lluvia y el mal tiempo, derrochar la vida a pesar de todos los comunicados oficiales. Porque sólo tenemos una vida, y la sana obligación de ser felices…
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